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FLOS

FLOS

Hace más de cincuenta años que creamos objetos luminosos y encendemos generaciones de sueños.
 
La luz para nosotros, es el material con el que expresar nuevas ideas e iluminar emociones inexploradas.
 
Escribimos el futuro leyendo nuestro pasado y expresando el presente, mediante una serie continuada de desafíos concretos y elecciones audaces que han plasmado nuestra imagen e identidad.
 
Nuestra historia nos ha enseñado a mantener viva la llama de la provocación con la búsqueda de la nueva poética de la funcionalidad.
 
Haber seguido nuestro instinto nos ha permitido desde siempre crear productos que se convierten en iconos, inventan tipologías y establecen nuevos arquetipos.
 
Identificarnos con los maestros del diseño. Descubrir nuevos talentos. Sustentar autoridad técnica y tecnológica. Introducirnos en la cultura de masa. Éstos son los diferentes aspectos que nos sitúan a la vanguardia.
 
La experimentación nos ha permitido adoptar materiales revolucionarios, como lo fue en su momento el cocoon, y soluciones tecnológicas más avanzadas, representadas en la actualidad por “OLED” y por los materiales más respetuosos con el medio ambiente.
 
Inventar nuevos lenguajes  a través de la luz, significa para nosotros mostrar nuevas estéticas y la libertad de vivir.
 
Nuestras lámparas, de ayer y de hoy, nunca olvidan tomarse en serio el juego y la ironía.
 
Sobre la delgada línea que divide y une el arte del diseño, la producción artesanal de la industrial, la serie limitada de aquella a grande escala. El pensamiento singular del colectivo. Ahí es donde estamos. Ahí es donde nos encontraréis.


UNA IDEA, ANTE TODO
 
Desde que tengo uso de razón, Flos ha estado siempre ahí. O al menos desde que empecé a notar la diferencia entre un invento y lo que nace a partir de la repetición de algo ya visto, autentificado y reconocible (como el estilo de Luis XV o Chippendale). Aprendiendo a leer, en algunos cómics de Disney quizá pude encontrar una bombilla: un sueño de Ungenio Tarconi o una metáfora de la idea que está en el origen de toda obra de ingenio. Así en el origen de Flos se encuentra ante todo una idea luminosa, el concepto de que de una bombilla - o mejor dicho de una nueva idea de cómo diseñar luces artificiales - pudiesen nacer objetos aptos para dar un giro en la vida de los italianos: población, como se sabe, mimada desde el nacimiento, criada y asentada en una tierra donde a cada paso se tropieza con algo relacionado con el arte.
 
En esta tierra de invenciones idealmente infinitas, todavía devastada por la guerra, un buen día a finales de los '50 un señor llamado Dino Gavina, un decidido individualista convencido de que Italia tendría que ser la nueva patria de una innovadora cultura de la decoración, después de haber conocido al inventor y artesano local de Merano Arturo Eisenkeil, se le metió en la cabeza que tras haber creado una cuantiosa cantidad de mobiliario (con Achille y Pier Giacomo Castiglioni, Ignazio Gardella, Carlo y Tobia Scarpa y otros genios de la arquitectura italiana), había llegado el momento de crear nuevas lámparas. La técnica cocoon utilizada por Eisenkeil, una resina espolvoreada sobre una estructura de metal, parecía perfecta para comenzar: no se trataba sólo de decorar una bombilla, sino que el objetivo era darle una sensación mágica a la luz que se filtraba a través del material nebuloso, que capturaba la atención precisamente por su fascinante parecido a las nubes.
 
De este modo los hermanos Castiglioni (que desde hacía ya algún tiempo habían empezado a plasmar sus increíbles ideas de iluminación en sus propios prototipos, como la que sería la legendaria Arco), y Tobia Scarpa, estimulados por Gavina que había arrastrado consigo a Eisenkeil y Sergio Biliotti por el fascinante y peligroso camino  de la experimentación, empezaron a trabajar justo con esta técnica, en la que se podría llamar la prehistoria de Flos. A continuación de la técnica del cocoon le siguieron muchas más, bellísimas y sorprendentes para aquel país atado a las viejas ideas de decoración: tanto es así que, lo quisiera o no, ya desde su prehistoria  Flos (es decir la empresa con el nombre inventado por Pier Giacomo Castiglioni sucedida a Eisenkeil), se encontró con aquella interesante y a veces incómoda posición de quien está obligado a producir continuamente nuevos objetos creativos.
 
Uso la palabra objeto porque es algo muy diferente del simple producto que, bien o mal, casi todos somos capaces de realizar e incluso de vender. Pero saber inventar un objeto, y de manera especial una nueva lámpara, es una capacidad que va más allá de lo excepcional, habilidad que han tenido sin embargo aquellas personas - con caras delgadas y sonrientes, a veces un poco asombradas y no del todo seguras de lo que hacer - , que se encuentran en un sinfín de imágenes y documentos que Piera Gandini ha reunido a lo largo de los años, y que están ahora en la base de cualquier búsqueda, investigación o proyecto sobre la historia de Flos. Aquellos rostros italianos no son más que la expresión de una época y de una vida llena de dificultades, que sin embargo gracias al amor por la creación de cosas nuevas dotadas de una particular belleza, ha conseguido construir los cimientos para aquella identidad del design que muchos creen conocer ya, tal vez incluso demasiado: pero que sin aquellos italianos, sus esperanzas, aspiraciones e ilusiones hoy no existiría.
 
Stefano Casciani 



LAS LINEAS DEL DESEO
 
La Italia de principios de los '60 es el escenario de lo posible, una especie de Jardín de Hadas progresista (donde sin embargo discurre algún que otro Orco conservador) en la cual un boom económico sin precedentes permite realizar, a través del diseño y la producción industrial, el deseo de construir un nuevo estilo de vida: más actual, “moderno” y sobre todo autónomo respecto al modelo que la dominante cultura estadounidense del consumo intenta imponer por doquier. Es bastante divertido descubrir, tras todos estos años, que Italia ha conseguido burlar los complicados estudios psicológicos y las caras inversiones de marketing (de las cuales, como decía Achille Castiglioni, “Se tiene siempre que desconfiar”), construyendo con simplicidad y con pocos medios una cultura del diseño que se convertiría en un referente para todo el mundo, incluidos los estadounidenses.

En estos años la característica que con mayor claridad distingue a los emprendedores italianos es la de conseguir encontrar, en los pliegues de una economía nacional todavía artesanal y familiar, otras personas, instrumentos y capacidades productivas para realizar modelos de industria y productos decididamente nuevos, que pronto se volverían iconos mundiales del diseño. Así sucede también para Flos en la nueva fase que se abre con el traspaso de la sociedad de una gestión más artística, dirigida por Dino Gavina a una más emprendedora, capitaneada por Sergio Gandini. Ya dedicado desde 1959 a la decoración junto a su esposa Piera en su tienda “Stile” de Brescia (un espacio que es ya punto de referencia para muchas empresas del sector), cuando la Flos se traslada a su ciudad, para aprovecharse de la histórica competencia de lo que se llamaría hoy en día “distrito industrial” en la fabricación de metales, Gandini se encontró pronto involucrado como socio en la empresa del susodicho Gavina y de Cesare Cassina. A pesar del traslado de Merano a Brescia, la sociedad sufre dificultad para producir útiles importantes - aunque en su catálogo figuran ya piezas geniales como el Arco, La Toio de los Castiglioni y toda la colección Cocoon.
 
Gandini se une a la sociedad con una visión que enlaza inteligencia de gestión y capacidad de identificar una demanda de productos todavía no satisfecha: de esta manera a su figura como emprendedor se añaden otros, como Cesare Cassina, capaz de enlazar desde la diversión de colaborar con otros arquitectos al reto de desarrollar un nuevo mercado, el de objetos para una casa necesariamente moderna, todavía por desarrollarse. En esta visión, cultura e industria se combinan estrechamente entre la ingeniosidad de la producción y las atentas elecciones de comunicación. La primera lámpara producida durante la gestión de Gandini, diseñada por Tobia Scarpa (1963) fue llamada Jucker, importante diseñador del círculo de Bauhaus, en un claro homenaje al origen culto del naciente disegn italiano: ya en 1965, el New York Times dedica una página al Arco de los hermanos Castiglioni, que es presentada en la International Home Furnishing Fair de Chicago, en un primer acercamiento innovador al caprichoso mercado estadounidense. Y es totalmente nueva la idea de asentar la gama de productos con la creación de un “Comitato d’Immagine” (comité de imagen), del que forman parte los dueños de la empresa y los diseñadores, quienes están vinculados a ella de una forma exclusiva para el proyecto de accesorios para la iluminación: son la pareja Afra y Tobia Scarpa y los hermanos Castiglioni, que desde entonces y durante muchos años serán el alma creativa de toda la producción de Flos.

En la jerga de los paisajistas anglosajones existe una preciosa expresión, utilizada para definir aquellos recorridos espontaneos seguidos por personas que no tienen ganas o tiempo de recorrer los suntuosos caminos proyectados por los diseñadores para hacer el jardín “más hermoso”: las típicas huellas en el cesped que desvelan el camino más rápido o cómodo para alcanzar nuestro objetivo. Estos senderos nacidos espontaneamente de las pisadas de los transeuntes se llaman Desire Lines: las líneas del deseo. Son las sendas personales hacia la percepción de lo bello (como debería ser todo jardín) que todos amarían encontrar y recorrer más allá de las reglas o de las imposiciones. Así, también en el jardín de la industria italiana donde Flos al igual que una flor ha sido germinada, cultivada y florecida, los objetos de su producción son asimismo como las líneas del deseo: formas y maneras de iluminar, fuentes y trayectorias de luz insólitas y sorprendentes, nacidas a través de las impredecible vías de la casualidad y de la intuición proyectuales.


1971 - 1975

LA CONSAGRACIÓN, LA EXPANSIÓN
 
En 1971 un jovencísimo conservador del Museum of Modern Art de Nueva York, el arquitecto argentino Emilio Ambasz, empieza a trabajar en el proyecto destinado a ser la primera y más épica de todas las exposiciones dedicadas a la historia del design, no sólo italiano. Fue llamada ‘Italy, the New Domestic Landscape’. Por aquel entonces Ambasz era un conocido intelectual culto y refinado, que fue capaz de hacer partícipe en la exposición y en su espectacular libro/catálogo a la élite italiana del proyecto, desde el académico Gregotti al radical Mendini. El esfuerzo más grande fue el de encuadrar en diferentes líneas de pensamiento un fenómeno nacido como un tumulto popular, donde era difícil distinguir entre líderes y seguidores, entre inventores y manieristas. Ambasz lo consigue, seleccionando una enorme cantidad de objetos/iconos de la nueva industria italiana y definiéndolos en categorías más filosóficas que comerciales.
 
Flos apareció en la exposición - del 26 de mayo de 1972 y sus obras pasarían a la colección permanente de design del MoMA - presentó diferentes objetos, sobre todo de Achille y de Pier Giacomo Castiglioni. Para una empresa que llevaba pocos años en el mercado, ése momento fue toda una consagración al reconocimiento de una moderna línea artística en productos que, aunque podrían haber sido abandonados (como sucede a menudo con los productores inseguros y poco precisos), no hubieran asumido un  “valor sociocultural” como escribió Ambasz sobre la lámpara Toio. Sergio Gandini en cambio, era plenamente consciente del valor de aquellos productos que promovía y defendía con uñas y dientes. Si fue capaz de abrir en 1968 el establecimiento Flos con un catálogo de unos veinte productos (contra los 2000 que normalmente tenía una empresa de iluminación, recuerda en una entrevista con Giulio Castelli), fue también capaz en 1971 de impulsar un litigio en el Tribunal de Roma buscando el reconocimiento de la originalidad del modelo Arco. Una pieza tan popular e inteligente sería inmediatamente copiada en muchas versiones, todas mal hechas.
 
Mientras que la investigación (y la exclusividad) continuaban con los diseñadores de la “comisión de imagen”, Flos tuvo que hacer más grandes las producciones de sus tiradas y de su mercado. Esto fue porque en Italia las señales de la crisis económica - la primera de ellas la petrolífera - , empezaron a hacerse evidentes, con consecuencias políticas y sociales dramáticas. La primera sede en abrirse en el extranjero fue en Alemania en 1971, mientras que en 1973 se tuvo que ampliar el establecimiento de Milan (de 800 a 5400 metros cuadrados). Además tuvieron que adquirir Arteluce, la one-man-company de Gino Sarfatti, uno de los italianos con más talento y más influyentes en el mundo de la iluminación, autor de 40 obras excelentes aunque atado a una forma de producción y abastecimiento todavía “a medida”. Con la colaboración de Paolo Rizzatto, que en ese momento comenzaba su carrera como diseñador, y de Marco Pezzolo en la dirección, Gandini empezó a programar su catálogo. Mantuvo pocas obras icónicas de Sarfatti, generando junto a King Miranda y Arnaldi, Ezio Didone, Marc Sadler, Matteo Thun y el propio Rizzatto, una serie de nuevos productos muy viables comercialmente.
 
La experiencia de la firma Arteluce/Flos se concluiría muchos años después. El haber colaborado con diseñadores de otros estilos representó un interesante campo de experimentación. Pero desde que a finales de los ’80 entrara en la empresa Piero Gandini (hijo de Sergio), progresivamente éste se daría cuenta de que un segunda empresa, por calidad y coste final similar a la de Flos pero con una mayor variedad de productos y diseñadores, representaría una superposición que podría generar confusión en el mismo mercado de la empresa. Entre los desafíos afrontados por Piero Gandini, estará pues el de ampliar el grupo de diseñadores de Flos, hasta llegar a una oferta de producto más abierta en sintonía con una nueva cultura y psicología del público del design, que con el pasar del tiempo se volverá siempre más exigente y caprichoso, y muy atento a todos los aspectos del producto, no solamente a la “bella forma”, que a pesar de todo siempre ha sido la característica del Made in Italy.

2007 - 2019
 
QUÉ NOS DEPARA EL FUTURO
 
Es difícil encontrar un sentido en el trabajo de diseñadores y productores incluso para los que lo buscan con convicción. Se hace complicado seguir las fluctuaciones de las fábricas de design entre problemas técnicos, demandas del mercado, nuevos autores e inspiraciones. La dura necesidad cotidiana de la industria de vender todo cuanto es producido, con continuidad e incrementos tales que permitan proseguir con las inversiones (ya sean en cultura, comunicación o imagen) perdura siempre. Por ello hay que preguntarse qué proyectos se propone Flos para el futuro cercano, cómo prevee mantener la fe en su imagen culta en las turbulencias del mercado y los deseos del público.
 
No cabe duda que la diversificación, iniciada por el sector de la arquitectura, y dado el aumento de las cuotas de mercado además ayuda a sostener las iniciativas que ofrecen a artistas y diseñadores nuevas posibilidades expresivas. Así pues en el año 2007 Flos presentó su Flos Architectural en Barcelona (en el blanco y lunar MACBA, diseñado por Richard Meier), y pocos meses más tarde en Roma miles de visitantes asistieron a las grandes proyecciones luminosas de Jenny Holzer, en algunos de los más bellos espacios del arte monumental, del Janículo al Castillo Sant’Angelo. Así como en los espacios del nuevo showroom Flos en Corso Monforte, abierto ese mismo año, a las presentaciones de los nuevos productos jóvenes artistas asistieron mostrando sus instalaciones alrededor de las obras expuestas. Esta showroom fue para mí un lugar de inusuales coincidencias. Durante muchos añosla revista Abitaretuvo su sede allí, donde trabajé con Italo Lupi y otros apreciados amigos, debatiendo sobre las páginas de la revistas y los nuevos designer internacionales. Uno de los más inteligentes era Jasper Morrison, que diseñó aquellos espacios para Flos donde luces naturales y artificiales se alternaban entre el bajo y el sótano, donde la oscuridad natural lo convertía en un lugar ideal para experimentar - con piedras, agua, colores oscuros, superficies reflectantes y diferentes condiciones luminosas.
 
Tenía que haber algo más que el genérico interés por combinar arte y diseño (igualmente operaciones muy complejas en la que algún que otro productor ha rozado y roza la banalidad) en la visión de una industria que tiene mucho que ver con ideas y formas. Son en el fondo conceptos del todo abstractos, ligados únicamente a la percepción humana hasta que alguien los hace tangibles. También el concepto de sostenibilidad, tan entrometido en muchas declaraciones públicas y con tan pocos hechos concretos, se vuelve para Flos materia real en el encuentro con inventores de nuevas resinas, totalmente biodegradables, con las que realizar en el 2012 una pequeña lámpara que, como en el curso natural de las cosas, se desvanecerá con el tiempo cuando no sea utilizable.
Cómo se transforma entonces lo inmaterial en material? O no es concebible una producción realmente inmaterial? Y no es quizá la luz inmaterial por definición con su naturaleza corpuscular/ondulatoria, al menos según ciertas teorías? No se trata de especulaciones filosóficas, porque producción, servicios y mercado cada vez están integrados más de información que materia, de experiencias virtuales más que de contactos reales. Entre los deberes de una nueva cultura industrial está también el de definir métodos y estrategias para afrontar esta cuestión sin precedentes en la historia de la técnica y del arte. Se podría decir que Flos en este sentido avanza en la dirección correcta. Un ejemplo estaría en las instalaciones, otra vez de Paul Cockedge, que en el 2011 mostraba las rojas luces de Sestosenso, un automóvil virtual en marcha, al visitante de Corso Monforte durante el Euroluce.
 
Por casualidades de la vida he tenido la ocasión de encontrarme con Piero Gandini en más de una ocasión en los últimos años, para hablar de Flos en Domus o en uno u otro libro, o sólo por el placer de sentir una visión industrial más abierta en relación al futuro del design o de los objetos. Más allá del activismo, de la sensibilidad para captar el valor de los autores que a menudo están en el principio del deseo de experimentar, me parecía encontrar siempre la misma vena inventiva junto a la “fría pasión” de autor; alguien que produce cosas materiales, pero al mismo tiempo hace posible nuevos y diferentes estados de iluminación, inmateriales por definición. Es sin duda un juego de equilibrio apasionante y gratificante, pero también difícil y arriesgado. De esto se trata el desafío del futuro, de lo que todavía no ha sido visto ni hecho: para el que está en el juego como Gandini, acude en ayuda la tecnología digital que depara todavía muchísimas sorpresas. Merece la pena esperar a ver qué pasa, vivir este fascinante presente/futuro de la luz artificial: aunque solamente sea para poder contarlo a quienes vendrán después de nosotros, quizá tras otros cincuenta años.
Stefano Casciani